sábado, 21 de agosto de 2010

La otra guerrilla del Ché


Teoponte: ¿eco guevarista o propia sustancialidad?

DIEGO CANO

Recientemente este diario ha publicado dos artículos excelentes de Gustavo Rodríguez Ostria sobre la guerrilla en Teoponte. Sobre ellos intentaré dar una breve crítica destacando el desarrollo del trabajo investigativo que contiene.

Gustavo ha escrito el mejor y más documentado libro sobre la guerrilla de Teoponte, y estos artículos tienen la virtud de ser una síntesis precisa de la lectura propuesta por él de esta acción guerrillera.

La interpretación propuesta resalta la continuidad entre las acciones de la guerrilla de Ernesto Guevara y las del ELN frente a la común interpretación aislada de estos hechos. El trabajo investigativo previo demuestra como participaron activamente en la organización personas de otros orígenes además del boliviano, pero lo interesante de él son los elementos que aporta en el caso de los argentinos.

Tanto “Antonio” (Ricardo Rodrigo--1--) como Carlos Olmedo y Roberto Quieto formaron parte del entramado de apoyo a las fuerzas del Che Guevara que quedaron truncas ante su asesinato. Ellos continuaron con el proyecto de abrir otro foco en Bolivia el cual comandaría Inti Peredo. Ante su muerte y ante supuestas diferencias con la nueva dirección del Chato, decidieron abrirse.

Este proyecto formó parte —como también está señalado— de una larga estrategia guerrillera hacia la región promovida e impulsada desde Cuba como “un mecanismo de autodefensa” de la Isla.

Esta estrategia sufrió un quiebre en 1968, y aunque puedan considerarse los posteriores intentos guerrilleros como un eco de este impulso primero, la continuidad como explicación de lo de Teoponte pierde con ello la propia sustancialidad de los hechos.

Rodríguez Ostria mismo señala la ruptura del apoyo cubano previo “por cambios en la coyuntura política posteriores a la caída de Barrientos” y por las presiones soviéticas.

En consecuencia, el alcance, fuerza, límites y objetivos políticos de los cubanos no explican totalmente en su propio desarrollo interno como los movimientos guerrilleros tuvieron la fuerza que supieron tener en este momento histórico particular en Bolivia y en América Latina toda. Y aún más, no explica como después de la salida parcial de Cuba en el armado directo de los proyectos guerrilleros continuaron teniendo viabilidad y crecimiento constante. El caso argentino de Montoneros y el PRT lo muestra contundentemente.

El ELN expresó algo propio del desarrollo de la sociedad boliviana que se pierde, al remarcar la continuidad con la estrategia cubana, en aras de criticar el foco guerrillero. No caben dudas —y Gustavo lo demuestra contundentemente en su libro— que hubo una subestimación de la experiencia ganada por el ejército boliviano después de Ñancahuazú, errores de entrenamiento y errores logísticos. Pero más allá de esto hubo un “error” fundamental en la concepción política. Una vez más Gustavo lo remarca, señalando la total “desvinculación con las masas” como divorcio con las luchas sociales.

Sin embargo, esto nos deja con la amarga sensación de que, más allá de la crítica política que se le pueda hacer a las acciones guerrilleras, queda sin explicar el por qué de la fuerza, potencialidad y capacidad política que el ELN supo recabar. Quizá se le exija mucho a unas cortas notas de diario, pero así queda sin respuesta como un grupo de supuestos “apóstoles” del foco tuvieron capacidad para reclutar semejante cantidad de individuos, de muy diversos orígenes políticos y procedencias, y poner en operaciones una acción significativa por las repercusiones políticas, aunque haya sido rápida y devastadoramente derrotada.

Tampoco se explica cómo después de la derrota fulminante de Teoponte el ELN pareció recobrar fuerza y apoyos. Podría ser que, como foco rural que fue, haya sido un eco de la estrategia guevarista. Muchas de las pruebas recolectadas por Gustavo lo sustentan. Pero en su explicación falta señalar, fundamentalmente, que esta acción guerrillera ayudó a forjar las características del próximo gobierno de Juan José Torres, por cual el ELN portará las armas en su defensa ante el golpe de Banzer. Falta decir también, que el propio ELN, con base en la interacción con el PRT, encaró su propia crítica, posterior a 1972, intentando esta supuesta “vinculación con las masas”.

Pero no sólo tiene que verse la explicación de la guerrilla en América Latina en un arco temporal mayor, sino que tiene que penetrar en la propia necesidad que hace de ella lo que es. Acá es donde la explicación debe mostrar su verdad.

Una primera respuesta simplemente afirmada podría estar en las potencialidades que la región encerraba. Seguro encerraba la posibilidad de convertir los capitales privados en un capital único, centralizado, como en Cuba; sea por países separados o varios en unidad. La potencia de la izquierda en la región lo demuestra. Sin embargo, también encerraba la posibilidad de retroceder en su propio desarrollo y que América latina quedara como simple proveedor de materias primas para el mercado mundial, con una fuerza de trabajo que ni siquiera en su baratura puede ser explotada por el capital. Esta potencialidad es la que efectivamente se realiza. Cabe preguntarse, como Gustavo parece hacerlo, si la acción armada fue la acción política más potente frente a la potencialidad que efectivamente se realizó o sólo brindó los elementos para que esto se realizase.

Las respuestas a estas preguntas no pueden verse simplemente como respuestas “teóricas” de las que hay que horrorizarse, refugiándose ante el espanto en el detalle histórico y la calidad literaria de sus descripciones. Son las preguntas que nos llevan a la respuesta de qué acción hay que encarar hoy frente a las potencialidades que uno tiene enfrente. Si no, la explicación misma de los acontecimientos históricos pierde sentido y se convierte en simple divertimento historiográfico.

El autor es profesor en la Universidad de Buenos Aires (UBA).



--1--Ricardo Rodrigo Amar,"Antonio",es el único sobreviviente de aquella experiencia

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